Un besote y mucha suerte!!!!!!!!!!!
El Neolítico, una historia de la Prehistoria.
La historia que os voy a contar trata de mi propia vida. Todo
ocurrió cuando tenía doce años, en la primavera cumplía los trece. Yo nací y
crecí en un poblado cercano al curso medio del gran río Mía Sía; mi nombre es
Eloísa Lía. Por si preguntáis, me pusieron ese nombre porque me parezco mucho a
nuestra diosa de la vida Eloísa, pero desde que aprendí a caminar, todo lo
convierto en un tremendo lío, de ahí mi
nombre de Lía.
***
El invierno anterior a mi cumpleaños, vinieron los habitantes del
pueblo del curso alto del río Mía Sía, pidiendo ayuda a mi pueblo, ya que unas
manadas de mamuts, de lobos y de caribúes les habían atacado. Entre esos
habitantes había un chico del que me enamoraría más adelante. Su nombre era
Mirco, alias “El Boleador de boleas” (herramienta que se utiliza para cazar).
***
Al principio, admito que me llevaba de pena con él, al igual que
con el resto de su pueblo y del mío. Me acuerdo de la primera conversación que
tuve con él, la recuerdo como si fuera ayer: él había salido a cazar, y se
perdió en las montañas, un mamut le iba a matar con las grandes pisadas que
daba, pero una loba blanca, y más grande que el resto de los lobos, le salvó la
vida ahuyentando al gran animal.
***
Cuando había contado a todos sus admiradores lo que le sucedió
nadie le creyó. Mirco se fue entonces a la orilla del río Mía Sía, justo al
lado de donde yo tenía mi casa. Ahí, le vi lanzando piedras al río, y noté en
su cara que se sentía como si hubiera visto una ilusión real, o sea, un sueño.
Me acerqué a él y le pregunté:
-¿Estás bien?
***
Pasó un buen rato hasta que me contestó:
-¿Cómo voy a estarlo? Si conté algo que parece una estupidez pero
que en verdad sucedió y nadie me cree.
-¿Puedes contármelo? –le dije, con la esperanza de poder
ayudarle-. Quiero ayudarte, si me lo dices…
-Cuando fui a cazar esta mañana, me perdí en las montañas –me
cortó en medio de mi frase-, apareció un mamut, y entonces pensé que era mi
fin, pero una loba blanca como la nieve y la más grande de todos los lobos que
he visto, ahuyentó al animal y me salvó la vida. Cuando se lo conté a todos, me
dijeron que estaba loco, que me lo había inventado, pero yo sé que es verdad,
por una vez en mi vida noté el miedo que se siente cuando estás a punto de ser
aplastado por un gran mamut.
***
Hizo una pequeña
pausa para tomar aire, y luego me dijo:
-Seguro que tú
también piensas que estoy loco y que me lo he inventado, ¿no?
Ahí fue la primera
vez que alguien, sin ser de mi clan, me había mirado a los ojos. Ante a tal
comentario, por una vez me digné a decir lo que pensaba a alguien que no fuera
de mi linaje.
-No, no pienso lo
mismo que los demás. Verás, una vez un lobo se había metido en mi casa, y por
poco me mata, pero la misma loba que te salvó, me salvó a mí también. Siempre
he dicho que los lobos sólo atacan a los poblados y a otros animales para comer
o defender su territorio, pero nadie lo ve así, ni siquiera los de mi propio
clan.
-O sea, que tú
también has sido salvada por la misma loba, ¿no?
Yo respondí que sí
con la cabeza. Y luego me dijo:
-¿Qué crees que
significa eso?
-No lo sé. Muy pocas
veces cuento lo que pienso a otras personas.
-Puedes confiar en
mí, me puedes contar todo, que aunque no me lo crea, nunca te diré que estás
loca ni nada de lo que me han dicho a mí hace un rato.
-Vale, lo intentaré.
-Por cierto, ¿Cómo
te llamas? Como nunca hablas con nadie ni eres famosa y ni nadie te conoce por
otro nombre que no sea Lía…
-Me llamo Eloísa
Lía, lo de Lía es porque siempre, desde pequeña, lo convierto todo en un
auténtico lío, se podría decir que es un alias.
-Supongo que ya
sabes mi nombre, ¿no?
-Si. Mirco, alias
“El Boleador de boleas”.
-Si. Encantado de
conocerte, Eloísa.
***
Me quedé perpleja, era la primera vez que alguien, incluso los de
mi linaje, me llamaba Eloísa.
-¿Qué pasa?
-No, nada, sólo que
es la primera vez desde que aprendí a caminar que alguien me llama Eloísa.
-Pues deberías
acostumbrarte, ya que a partir de ahora y si no te molesta, te estaré llamando
Eloísa.
-De acuerdo.
***
Creo que fue ahí donde empecé a fijarme en él. En sus ratos
libres, venía a mi casa a hablar conmigo sobre sus hazañas en la caza, y a
veces, cuando no venía muy cansado, me
ayudaba con el huerto y el ganado.
***
Así pasaron todos los días, hasta que llegó la primavera, en la
cuál, éramos ya muy amigos, de hecho, los dos mejores amigos del poblado. En
primavera el día de mi cumpleaños, mi gran amigo me enseñó el sitio donde él
solía estar cuando terminaba de cazar y cuando estaba en su antiguo poblado.
Era precioso, me dijo que si algún día le pasaba algo, le prometiera que nunca
revelaría ese sitio a nadie, excepto a una persona muy importante para mí: un
gran amigo tal y como lo era él.
***
Nuestros días felices no dudaron mucho, ya que una vez, yo estaba
de camino a mi casa, cuando noté que alguien o algo me cogía del brazo y me
arrastraba hasta un escondrijo: era Mirco.
Me explicó, una vez allí, el porqué había hecho eso: un caribú estuvo a
punto de aplastarme. También me dijo que ni siquiera los ganados del poblado
habían sobrevivido al paso de la manada de caribúes, ya que estos estaban
huyendo de los mamuts que se acercaban y estos últimos de los lobos.
***
Trató de convencerme de que me fuera con él a buscar ayuda a otro
poblado, pero yo me negaba, era la primera vez que me iba de mi poblado para no
volver jamás. No creí, por aquél entonces, que él me hubiera mantenido a salvo
de posibles depredadores mientras buscábamos otro poblado, seguro que no podía
hacerse cargo de mí porque tendría que protegerse así mismo, y según he oído,
las mujeres somos más “débiles” que los hombres. Pero lo que me dijo cuando me
negué más de diez veces, me impactó tanto que nunca, ni siquiera ahora que os lo
estoy contando, lo he olvidado.
-Sin ti mi vida no tiene sentido, te necesito a mi lado, si el
problema es que no estarás bien fuera de lo que es o era tu hogar, te prometo
que te ayudaré a buscar un sitio donde puedas ser feliz y estar bien, aunque
sea en un poblado que no me guste a mi. Pero por favor, ven conmigo, te prometo
que no me iré muy lejos de ti y que te protegeré siempre.
Nada más decirme eso, fue como acepté ir con él.
***
Estuvimos toda la primavera viajando de un poblado a otro en
busca de ayuda, pero ninguno nos ayudó. Ya entrado el verano, el jefe de un
poblado nos vio cerca de este, y nos dijo (aunque sólo Mirco contestaba):
-¿Qué buscáis, jóvenes?
-Estamos buscando un poblado que se nos ofrezca a ayudarnos.
-¿Puedo saber el por qué?
-Veréis, señor, yo vengo de un pueblo que estaba situado en el
curso alto del río Mía Sía antes de que mi poblado fuera destruido por los
caribúes, los mamuts y los lobos. Los pocos habitantes de mi pueblo y yo fuimos
en busca de ayuda al pueblo de esta chica, que estaba situado en el curso medio
del mismo río, y su jefe nos acogió con los brazos abiertos, ya que éramos unos
cuantos jóvenes. La pasada primavera los caribúes, los mamuts y los lobos
atacaron al poblado de mi amiga, y nosotros dos fuimos los únicos que pudimos
salir vivos de allí. Durante toda la primavera hemos estado buscando un sitio
donde poder vivir, pero ninguno de los poblados a los que hemos ido nos acogió.
-Qué pena me dais.
Me miró, me observó atentamente, hasta que al final dijo:
-Por ser solo unos chicos jóvenes, os permito quedaros en mi
pueblo, pero la chica… ¿Qué sabe hacer?
-En su pueblo llevaba un huerto y un ganado, yo en mis ratos
libres y cuando no estaba muy cansado después de volver de la partida de caza,
le echaba una mano.
-Entiendo. Bien, si queréis estar aquí, tendréis que pagar un
precio: la chica tiene que ayudar a mi mujer y a mi hija con nuestro huerto y
nuestro ganado, mientras que tú, joven, tendrás que ayudarme a mí y a los demás
hombres con la caza.
-Si ese es el precio, os estamos muy agradecidos.
-¿Cómo os llamáis, jóvenes?
-Mi nombre es Mirco, el alias que me pusieron en los dos poblados
es “Mirco el Boleador de boleas”, ya que soy muy bueno con esa herramienta de
caza; y ella se llama Eloísa Lía, y su alias es “Eloísa la que lía todo lo que
se encuentra”.
-El alias es lo de menos, pero si esta chica prospera en mi
huerto, tendréis qué comer, aunque si tú no fallas en la caza, podréis comer
igualmente. En pocas palabras, comeréis lo que cada uno trabaje. El único
inconveniente es que sólo me queda una casa libre, por lo que tendréis que
compartirla.
-No nos importa, ¿verdad, Eloísa?
-No.
***
Durante nuestra estancia en ese poblado, Mirco y yo no nos vimos
mucho, de hecho, solo nos veíamos al amanecer, al mediodía y al anochecer
cuando él volvía de la partida de caza. Incluso a veces no nos llegábamos a ver
en días, y durante los cuáles, me sentía muy sola.
***
El invierno llegó en seguida, y en el que la partida de caza,
cuando volvió de la caza que había durado siete días seguidos, trajeron
heridos, y habían dicho que algunos de ellos estaban muertos. Nos explicaron
que había una loba que les había atacado, y que al parecer, tenían que irse de
ahí, ya que probablemente iría a la aldea a terminar lo que había empezado.
***
Cuando me fijé en todos los heridos y en los que estaban en
perfecto estado, no encontré a Mirco por ningún lado, por lo que me asusté
mucho, él me había prometido que siempre estaría conmigo en lo bueno y en lo
malo, pasara lo que pasase, y el no verle allí me hizo pensar que la loba
blanca que nos había salvado primavera atrás no le ayudó esta vez por un motivo
personal. Una noche, la primera noche que la partida de caza volvía sin Mirco,
tuve un sueño, en él le estaba diciendo y preguntando a la loba blanca un
montón de cosas.
-¿Por qué Mirco no estaba en la partida de caza cuando regresaron
hoy? ¿Acaso es uno de los que murieron cuando fueron atacados por la loba esa?
Y siendo así, ¿Por qué no le ayudaste? ¿O a caso fuiste tú esa loba?
***
No recibí ninguna respuesta a ninguna de mis preguntas. Sin
embargo, la loba se dio la vuelta y empezó a caminar, describiendo círculos con
su cola como si quisiera que la siguiese, y así lo hice. Cuando llegamos a lo
que yo suponía que era su cueva, entramos, y allí, tumbado en un montón de
ramas y hojas (lo cual pensé que era una cama) estaba Mirco, muy mal herido, al
que los de la partida de caza habían abandonado, eso según lo que me decía con
la mirada la loba.
***
Nada más verle, fui con él, pero parecía que no me podía ver ni
oír, puesto que lo único que hacia era murmurar cosas que apenas podía oír, y
lo que oía, era confuso.
-Eloísa… el jefe del poblado… traición… no confíes… sal de ahí…
no estés en ese poblado… te están a provechando… propios bienes… lo siento… no
cumplí… Eloísa… perdóname…
Nada más terminar de escuchar lo que dijo, me había despertado. Y
durante lo que quedaba de la noche, estuve reflexionando lo que había escuchado
de boca de mi amado en secreto (puesto que aún no se lo había dicho), y llegué
a descubrir el mensaje por completo gracias a que la loba blanca se me había
aparecido en mi propia casa.
***
Lo que Mirco trataba de decirme era que tuviera cuidado, el jefe
del poblado era quien le había hecho eso, y que la loba había matado y herido a
los de la partida de caza para protegerle y ayudarle, que le habían
traicionado, y que tarde o temprano me harían lo mismo, no confiara en ninguno
de ellos, que saliera del poblado lo antes posible, que no estuviera allí mucho
tiempo, me estaban aprovechando por mi parecido a la diosa Eloísa para
conseguir la vida eterna en todo el poblado, o sea, para sus propios bienes. Me
decía que lo sentía mucho, que sentía no poder estar conmigo para protegerme, y
que no cumplió con su promesa, me pidió disculpas una y otra vez, hasta que
antes de que el sueño le venciera, me confesó que me amaba, que siempre me
había amado, incluso antes de conocerme del todo en el río Mía Sía al lado de
mi casa, me quería.
***
Eso fue la prueba definitiva que me impulsó a irme con la loba
blanca, llamada Nieves, a su cueva, donde estaba el pobre Mirco. Tardamos unos
días en llegar, pero mereció la pena, ya que pude volver a estar al lado de
Mirco y ayudar a la loba a curarle las heridas. Ya había empezando la primavera
cuando Mirco por fin pudo abrir los ojos.
***
Nada más verme, me dijo con apenas un hilo de voz:
-¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que estabas… -pero se
interrumpió a si mismo porque aún estaba débil.
-No hables, Mirco, aún estás muy débil. La loba, que se llama
Nieves, me contó todo lo sucedido y todo lo que dijiste la primera noche que
pasaste aquí.
-Ya entiendo… ¿Cuánto tiempo dices que llevas aquí?
-Todo el invierno.
-¿Ya ha pasado tanto tiempo?
-Si…
Entonces, desvié la mirada porque noté que me estaba poniendo
colorada: sin querer había estado cogiéndole de la mano a Mirco.
-Mirco, menos mal que estás
bien. A veces, pensábamos que ibas a morir, ya que apenas respirabas. Tu amiga
Eloísa es la reencarnación de la diosa Eloísa, te ha estado cuidando durante
todo este tiempo mientras que yo cazaba para las dos y para ti también, aunque
como estabas tan mal, apenas comías. Eloísa es tu verdadera salvadora, yo te
habré salvado de aquel pueblo, pero aún así, estaba desesperada, en vez de
mejorar estabas empeorando, por lo que se me ocurrió ir a buscar a tu amiga.
Ella hizo todo el trabajo.
-E-Eso no es cierto, Nieves –le dije, aunque seguía con la mirada
puesta en otro lado, evitando que Mirco se diera cuenta de que me gustaba-. Sin
ti, no hubiéramos podido comer nada, y ya habríamos sido atacados por los otros
lobos.
-A parte de eso… -Mirco, aunque se había recuperado notablemente,
seguía teniendo bajones de fuerzas, lo que le impedía hablar muy claro y seguido-,
sin ti yo no hubiera salido vivo de allí… y aunque así fuera, me hubiera
resultado imposible llegar al poblado a tiempo para alertar a Eloísa…
-Como queráis, yo sé cuál
es la verdad, pero podéis decir lo que queráis.
***
Pasaron los días
hasta que llegó el de mi cumpleaños. Ese fue, sin duda ninguna, uno de los
mejores días de mi vida, les prometí a Nieves, la loba, y a Mirco que nunca
olvidaría ese día tan especial, y así lo hice.
***
Ese día, Mirco ya podía hablar perfectamente, y entre él y Nieves
me prepararon una gran sorpresa: Nieves se hacía cargo de los preparativos y de
toda la sorpresa puesto que Mirco aún no se podía mover fuera de la cueva,
mientras que él me mantenía ocupada yendo de aquí para allá llevándole cosas
que en verdad no le hacían falta.
***
Por la noche, llegó mi gran sorpresa. Tuve que ayudar a Mirco a
salir de la cueva, pero mereció la pena.
***
Como mencioné antes, fue ese día uno de los mejores de toda mi
vida. Si os preguntáis porqué, es porque Mirco me dijo lo que sentía por mí
personalmente. Al principio, le costó expresarse, pero recuerdo lo que me dijo
como si hubiera pasado solo un ratito desde entonces.
***
-Eloísa, verás… tú… ya sabes lo que tal, pero…
-¿Qué pasa, Mirco? –le pregunté, aunque sabía lo que me iba a
decir, pero es que me encanta hablar con él, por lo que intentaba prolongar la
conversación un poco.
-Bueno, voy a ser directo, me gustas, y mucho, es más, me gustas
desde la primera vez que te vi.
-Yo… eh… -yo estaba más nerviosa que él, era la primera vez que
decía cosas por el estilo, y no sabía cómo decírselo- empezaste a gustarme
desde la primera vez que hablé contigo.
-Si, tú también me gustaste más aún aquella vez.
-Eloísa, ¿Qué te ha
parecido la sorpresa?
-Genial, muchas gracias a los dos.
-Dáselas a Nieves, ella fue la que lo hizo todo.
-No, Mirco, sin ti yo no
hubiera podido preparar nada de esto.
-Bueno, no importa, gracias a los dos por todo.
***
Pasó un rato hasta que Mirco me dijo mirándome a los ojos:
-Entonces, ¿quieres salir conmigo?
-Si, claro. Un momento, ¿lo dices de verdad?
Él asintió con la cabeza y con una sonrisa iluminada en la cara.
Yo, por mi parte, loca por la emoción, le besé. Después, como lo hice sin
querer y sin darme cuenta, estuve pidiéndole disculpas, pero él me interrumpía,
y terminó diciendo que no tenía importancia, que él mismo pensaba hacerlo, pero
que me había adelantado a él.
***
Para cerrar la noche y la gran sorpresa, recibí un gran y
romántico beso por parte de la persona que más amaba en el mundo entero a la
luz de la luna y de las estrellas.
***
Así fue como empezó todo, aunque la historia continúa.
***
Nieves nos contó a Mirco y a mí la historia de la diosa Eloísa.
Nos contó que la diosa Eloísa, al principio,
era una patosa, siempre lo convertía todo en un auténtico desastre, al
igual que yo, pero que en un gran problema que tuvieron en el pueblo al que
fueron a pedir ayuda después de que el suyo fuera destruido, ella y su mejor
amigo, estuvo a punto de perder a la única persona que le había hablado en toda
su vida, pero gracias a sus cuidados, pudo salvarle la vida a su amigo.
***
Le salvó la vida, no por sus cuidados, sino porque era la diosa
de la vida, por lo que, pasara lo pasara, era capaz de devolverle la vida a
todo aquel que se lo mereciera. Esa historia, si, lo sé, es totalmente idéntica
a la mía y a la de Mirco.
***
Nieves dijo que yo soy la reencarnación de la diosa Eloísa, ya
que le había salvado, con mis poderes, la vida a Mirco.
***
Por último, Nieves también dijo que la diosa Eloísa tenía un
límite: no podía devolverle la vida a alguien que había sacrificado su vida
para protegerla, es el caso de su amigo, él había dado su vida para protegerla,
y murió, y Eloísa no pudo traerle de vuelta
al mundo. Eso me impactó mucho: Mirco me había prometido que me protegería si
iba con él, por lo que eso significaba que si mi querido Mirco daba su vida por
mi, no podría recuperarlo nunca más.
***
Cuando Nieves terminó su relato, entramos en la cueva y antes de
dormir, le dije a Mirco mientras estaba sentada:
-Oye, ¿te acuerdas que me prometiste que si iba contigo a buscar
ayuda a otro pueblo me protegerías?
-Pues claro. Yo fui quien te hizo esa promesa, y yo nunca olvido
mis promesas.
-Ya… ¿te puedo pedir una cosa?
-Si, por supuesto.
-Olvídate de la promesa.
-¿Qué? –respondió Mirco, que hasta ese punto tenía los ojos
cerrados, preparado para irse a dormir, y que al decírselo los había abierto.
-Lo que oyes. No quiero que des tu vida por mí intentando
salvarme de cualquier cosa si no podré traerte de nuevo a este mundo.
***
Mirco suspiró, se sentó, me pasó un brazo por los hombros y me
apoyó en su pecho. Y me dijo, sin dejar de mirarme y poniendo su otro brazo
alrededor de mí a modo de abrazo:
-Eloísa, no me importa dar mi vida por ti. Solo me importa que
seas feliz.
-Pues para que sea feliz te tienes que olvidar de la promesa que
me hiciste.
-No puedo, Eloísa. Ya te dije que yo nunca olvido mis promesas.
-Tranquilos, chicos.
Mientras que no os separéis de mi, yo seré la que os proteja.
-Pero Nieves… -le dijo Mirco, dejando de mirarme y mirando a la
loba.
-No os preocupéis. Yo no
soy una loba cualquiera.
-¿a no? –le pregunté.
-No. Soy la única loba que
ha esperado el nacimiento de una pareja que consiga comunicarse con los lobos y
los osos. Eloísa, Mirco, esos sois vosotros, por eso os he salvado la vida. Mi
deber es protegeros, y pase lo que pase, nunca muero. Mirco, puedes olvidarte
de la promesa que le hiciste a Eloísa, yo os protegeré a los dos.
-¿Mirco? –dije, mirándole a la cara. Él suspiró, pero se dignó a
decir:
-Siendo así… está bien.
***
Así fue como conseguimos sobrevivir, gracias a Nieves. Sin ella,
ni Mirco ni yo hubiéramos conseguido llegar nunca hasta el territorio de los
lobos y los osos. Ahí, vimos que estos eran muy buenos, entendíamos a la
perfección lo que decían.
***
La primera noche que pasemos allí, recuerdo que Mirco me había
dicho que en muchas ocasiones, cuando estaba de caza, había intentado cazar a
un oso, pero que nunca lo había logrado y no sabía la razón, ya que siempre,
antes de llegar a rozarle, se detenía, y ese oso inclinaba la cabeza en señal
de agradecimiento y se iba. Dice que ahora sí que sabe el porqué lo hacía.
***
Yo le creía. Siempre lo he hecho, y no veía el porqué no debía
hacerlo en ese momento. Los años pasaron muy rápido allí, ayudando a los lobos
y a los osos. De Mirco tuve una hija muy linda, a la que llamamos Luna, y a la
que según el padre, se parecía muchísimo a la madre, y un hijo que era tan
valiente como los osos, al que llamamos Joel, al cuál, en astucia y mete patas
en la caza, salía al padre cuando este era pequeño, y que gracias a Mirco, a
Nieves, a los lobos y a los osos no aparecía muerto nunca.
***
Y esta es mi historia, la historia de una chica patosa que se
convirtió en madre de dos niños estupendos, mujer de un gran hombre y líder de
un clan de lobos y osos y en una de los mejores amigos de Nieves, la loba
blanca y cuentacuentos de los niños y crías del poblado.
FIN.
María Isabel Jiménez Pérez
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