lunes, 16 de julio de 2012

"SU PRIMERA PUBLICACIÓN"

Cierto es que el 30 de junio decidí tomarme un descanso pero, hoy, al abrir el correo,  me encontré con una "sorpresa"... que me ha llevado a  hacer  esta entrada en medio de las vacaciones. Una antigua alumna mía del CEIP LA LAJITA, en Fuerteventura, y actualmente en el instituto me pide si podía publicarle una historia elaborada por ella misma en mi blog. Ante tal petición no me he podido negar y...no, no me importa María Isabel, es más, es un orgullo que hayas pensado en mí para ello.
Un besote y mucha suerte!!!!!!!!!!!

El Neolítico, una historia de la Prehistoria.

La historia que os voy a contar trata de mi propia vida. Todo ocurrió cuando tenía doce años, en la primavera cumplía los trece. Yo nací y crecí en un poblado cercano al curso medio del gran río Mía Sía; mi nombre es Eloísa Lía. Por si preguntáis, me pusieron ese nombre porque me parezco mucho a nuestra diosa de la vida Eloísa, pero desde que aprendí a caminar, todo lo convierto en un tremendo lío, de ahí  mi nombre de Lía.

***

El invierno anterior a mi cumpleaños, vinieron los habitantes del pueblo del curso alto del río Mía Sía, pidiendo ayuda a mi pueblo, ya que unas manadas de mamuts, de lobos y de caribúes les habían atacado. Entre esos habitantes había un chico del que me enamoraría más adelante. Su nombre era Mirco, alias “El Boleador de boleas” (herramienta que se utiliza para cazar).

***

Al principio, admito que me llevaba de pena con él, al igual que con el resto de su pueblo y del mío. Me acuerdo de la primera conversación que tuve con él, la recuerdo como si fuera ayer: él había salido a cazar, y se perdió en las montañas, un mamut le iba a matar con las grandes pisadas que daba, pero una loba blanca, y más grande que el resto de los lobos, le salvó la vida ahuyentando al gran animal.

***

Cuando había contado a todos sus admiradores lo que le sucedió nadie le creyó. Mirco se fue entonces a la orilla del río Mía Sía, justo al lado de donde yo tenía mi casa. Ahí, le vi lanzando piedras al río, y noté en su cara que se sentía como si hubiera visto una ilusión real, o sea, un sueño. Me acerqué a él y le pregunté:
-¿Estás bien?

***


Pasó un buen rato hasta que me contestó:
-¿Cómo voy a estarlo? Si conté algo que parece una estupidez pero que en verdad sucedió y nadie me cree.
-¿Puedes contármelo? –le dije, con la esperanza de poder ayudarle-. Quiero ayudarte, si me lo dices…
-Cuando fui a cazar esta mañana, me perdí en las montañas –me cortó en medio de mi frase-, apareció un mamut, y entonces pensé que era mi fin, pero una loba blanca como la nieve y la más grande de todos los lobos que he visto, ahuyentó al animal y me salvó la vida. Cuando se lo conté a todos, me dijeron que estaba loco, que me lo había inventado, pero yo sé que es verdad, por una vez en mi vida noté el miedo que se siente cuando estás a punto de ser aplastado por un gran mamut.

***

Hizo una pequeña pausa para tomar aire, y luego me dijo:
-Seguro que tú también piensas que estoy loco y que me lo he inventado, ¿no?
Ahí fue la primera vez que alguien, sin ser de mi clan, me había mirado a los ojos. Ante a tal comentario, por una vez me digné a decir lo que pensaba a alguien que no fuera de mi linaje.
-No, no pienso lo mismo que los demás. Verás, una vez un lobo se había metido en mi casa, y por poco me mata, pero la misma loba que te salvó, me salvó a mí también. Siempre he dicho que los lobos sólo atacan a los poblados y a otros animales para comer o defender su territorio, pero nadie lo ve así, ni siquiera los de mi propio clan.
-O sea, que tú también has sido salvada por la misma loba, ¿no?
Yo respondí que sí con la cabeza. Y luego me dijo:
-¿Qué crees que significa eso?
-No lo sé. Muy pocas veces cuento lo que pienso a otras personas.
-Puedes confiar en mí, me puedes contar todo, que aunque no me lo crea, nunca te diré que estás loca ni nada de lo que me han dicho a mí hace un rato.
-Vale, lo intentaré.
-Por cierto, ¿Cómo te llamas? Como nunca hablas con nadie ni eres famosa y ni nadie te conoce por otro nombre que no sea Lía…
-Me llamo Eloísa Lía, lo de Lía es porque siempre, desde pequeña, lo convierto todo en un auténtico lío, se podría decir que es un alias.
-Supongo que ya sabes mi nombre, ¿no?
-Si. Mirco, alias “El Boleador de boleas”.
-Si. Encantado de conocerte, Eloísa.

***


Me quedé perpleja, era la primera vez que alguien, incluso los de mi linaje, me llamaba Eloísa.
-¿Qué pasa?
-No, nada, sólo que es la primera vez desde que aprendí a caminar que alguien me llama Eloísa.
-Pues deberías acostumbrarte, ya que a partir de ahora y si no te molesta, te estaré llamando Eloísa.
-De acuerdo.

***

Creo que fue ahí donde empecé a fijarme en él. En sus ratos libres, venía a mi casa a hablar conmigo sobre sus hazañas en la caza, y a veces, cuando no venía muy cansado, me  ayudaba con el huerto y el ganado.

***

Así pasaron todos los días, hasta que llegó la primavera, en la cuál, éramos ya muy amigos, de hecho, los dos mejores amigos del poblado. En primavera el día de mi cumpleaños, mi gran amigo me enseñó el sitio donde él solía estar cuando terminaba de cazar y cuando estaba en su antiguo poblado. Era precioso, me dijo que si algún día le pasaba algo, le prometiera que nunca revelaría ese sitio a nadie, excepto a una persona muy importante para mí: un gran amigo tal y como lo era él.

***

Nuestros días felices no dudaron mucho, ya que una vez, yo estaba de camino a mi casa, cuando noté que alguien o algo me cogía del brazo y me arrastraba hasta un escondrijo: era Mirco.  Me explicó, una vez allí, el porqué había hecho eso: un caribú estuvo a punto de aplastarme. También me dijo que ni siquiera los ganados del poblado habían sobrevivido al paso de la manada de caribúes, ya que estos estaban huyendo de los mamuts que se acercaban y estos últimos de los lobos.

***

Trató de convencerme de que me fuera con él a buscar ayuda a otro poblado, pero yo me negaba, era la primera vez que me iba de mi poblado para no volver jamás. No creí, por aquél entonces, que él me hubiera mantenido a salvo de posibles depredadores mientras buscábamos otro poblado, seguro que no podía hacerse cargo de mí porque tendría que protegerse así mismo, y según he oído, las mujeres somos más “débiles” que los hombres. Pero lo que me dijo cuando me negué más de diez veces, me impactó tanto que nunca, ni siquiera ahora que os lo estoy contando, lo he olvidado.
-Sin ti mi vida no tiene sentido, te necesito a mi lado, si el problema es que no estarás bien fuera de lo que es o era tu hogar, te prometo que te ayudaré a buscar un sitio donde puedas ser feliz y estar bien, aunque sea en un poblado que no me guste a mi. Pero por favor, ven conmigo, te prometo que no me iré muy lejos de ti y que te protegeré siempre.
Nada más decirme eso, fue como acepté ir con él.

***

Estuvimos toda la primavera viajando de un poblado a otro en busca de ayuda, pero ninguno nos ayudó. Ya entrado el verano, el jefe de un poblado nos vio cerca de este, y nos dijo (aunque sólo Mirco contestaba):
-¿Qué buscáis, jóvenes?
-Estamos buscando un poblado que se nos ofrezca a ayudarnos.
-¿Puedo saber el por qué?
-Veréis, señor, yo vengo de un pueblo que estaba situado en el curso alto del río Mía Sía antes de que mi poblado fuera destruido por los caribúes, los mamuts y los lobos. Los pocos habitantes de mi pueblo y yo fuimos en busca de ayuda al pueblo de esta chica, que estaba situado en el curso medio del mismo río, y su jefe nos acogió con los brazos abiertos, ya que éramos unos cuantos jóvenes. La pasada primavera los caribúes, los mamuts y los lobos atacaron al poblado de mi amiga, y nosotros dos fuimos los únicos que pudimos salir vivos de allí. Durante toda la primavera hemos estado buscando un sitio donde poder vivir, pero ninguno de los poblados a los que hemos ido nos acogió.
-Qué pena me dais.
Me miró, me observó atentamente, hasta que al final dijo:
-Por ser solo unos chicos jóvenes, os permito quedaros en mi pueblo, pero la chica… ¿Qué sabe hacer?
-En su pueblo llevaba un huerto y un ganado, yo en mis ratos libres y cuando no estaba muy cansado después de volver de la partida de caza, le echaba una mano.
-Entiendo. Bien, si queréis estar aquí, tendréis que pagar un precio: la chica tiene que ayudar a mi mujer y a mi hija con nuestro huerto y nuestro ganado, mientras que tú, joven, tendrás que ayudarme a mí y a los demás hombres con la caza.
-Si ese es el precio, os estamos muy agradecidos.
-¿Cómo os llamáis, jóvenes?
-Mi nombre es Mirco, el alias que me pusieron en los dos poblados es “Mirco el Boleador de boleas”, ya que soy muy bueno con esa herramienta de caza; y ella se llama Eloísa Lía, y su alias es “Eloísa la que lía todo lo que se encuentra”.
-El alias es lo de menos, pero si esta chica prospera en mi huerto, tendréis qué comer, aunque si tú no fallas en la caza, podréis comer igualmente. En pocas palabras, comeréis lo que cada uno trabaje. El único inconveniente es que sólo me queda una casa libre, por lo que tendréis que compartirla.
-No nos importa, ¿verdad, Eloísa?
-No.

***

Durante nuestra estancia en ese poblado, Mirco y yo no nos vimos mucho, de hecho, solo nos veíamos al amanecer, al mediodía y al anochecer cuando él volvía de la partida de caza. Incluso a veces no nos llegábamos a ver en días, y durante los cuáles, me sentía muy sola.

***

El invierno llegó en seguida, y en el que la partida de caza, cuando volvió de la caza que había durado siete días seguidos, trajeron heridos, y habían dicho que algunos de ellos estaban muertos. Nos explicaron que había una loba que les había atacado, y que al parecer, tenían que irse de ahí, ya que probablemente iría a la aldea a terminar lo que había empezado.

***

Cuando me fijé en todos los heridos y en los que estaban en perfecto estado, no encontré a Mirco por ningún lado, por lo que me asusté mucho, él me había prometido que siempre estaría conmigo en lo bueno y en lo malo, pasara lo que pasase, y el no verle allí me hizo pensar que la loba blanca que nos había salvado primavera atrás no le ayudó esta vez por un motivo personal. Una noche, la primera noche que la partida de caza volvía sin Mirco, tuve un sueño, en él le estaba diciendo y preguntando a la loba blanca un montón de cosas.
-¿Por qué Mirco no estaba en la partida de caza cuando regresaron hoy? ¿Acaso es uno de los que murieron cuando fueron atacados por la loba esa? Y siendo así, ¿Por qué no le ayudaste? ¿O a caso fuiste tú esa loba?

***


No recibí ninguna respuesta a ninguna de mis preguntas. Sin embargo, la loba se dio la vuelta y empezó a caminar, describiendo círculos con su cola como si quisiera que la siguiese, y así lo hice. Cuando llegamos a lo que yo suponía que era su cueva, entramos, y allí, tumbado en un montón de ramas y hojas (lo cual pensé que era una cama) estaba Mirco, muy mal herido, al que los de la partida de caza habían abandonado, eso según lo que me decía con la mirada la loba.

***

Nada más verle, fui con él, pero parecía que no me podía ver ni oír, puesto que lo único que hacia era murmurar cosas que apenas podía oír, y lo que oía, era confuso.
-Eloísa… el jefe del poblado… traición… no confíes… sal de ahí… no estés en ese poblado… te están a provechando… propios bienes… lo siento… no cumplí… Eloísa… perdóname…
Nada más terminar de escuchar lo que dijo, me había despertado. Y durante lo que quedaba de la noche, estuve reflexionando lo que había escuchado de boca de mi amado en secreto (puesto que aún no se lo había dicho), y llegué a descubrir el mensaje por completo gracias a que la loba blanca se me había aparecido en mi propia casa.

***

Lo que Mirco trataba de decirme era que tuviera cuidado, el jefe del poblado era quien le había hecho eso, y que la loba había matado y herido a los de la partida de caza para protegerle y ayudarle, que le habían traicionado, y que tarde o temprano me harían lo mismo, no confiara en ninguno de ellos, que saliera del poblado lo antes posible, que no estuviera allí mucho tiempo, me estaban aprovechando por mi parecido a la diosa Eloísa para conseguir la vida eterna en todo el poblado, o sea, para sus propios bienes. Me decía que lo sentía mucho, que sentía no poder estar conmigo para protegerme, y que no cumplió con su promesa, me pidió disculpas una y otra vez, hasta que antes de que el sueño le venciera, me confesó que me amaba, que siempre me había amado, incluso antes de conocerme del todo en el río Mía Sía al lado de mi casa, me quería.

***

Eso fue la prueba definitiva que me impulsó a irme con la loba blanca, llamada Nieves, a su cueva, donde estaba el pobre Mirco. Tardamos unos días en llegar, pero mereció la pena, ya que pude volver a estar al lado de Mirco y ayudar a la loba a curarle las heridas. Ya había empezando la primavera cuando Mirco por fin pudo abrir los ojos.

***

Nada más verme, me dijo con apenas un hilo de voz:
-¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que estabas… -pero se interrumpió a si mismo porque aún estaba débil.
-No hables, Mirco, aún estás muy débil. La loba, que se llama Nieves, me contó todo lo sucedido y todo lo que dijiste la primera noche que pasaste aquí.
-Ya entiendo… ¿Cuánto tiempo dices que llevas aquí?
-Todo el invierno.
-¿Ya ha pasado tanto tiempo?
-Si…
Entonces, desvié la mirada porque noté que me estaba poniendo colorada: sin querer había estado cogiéndole de la mano a Mirco.
-Mirco, menos mal que estás bien. A veces, pensábamos que ibas a morir, ya que apenas respirabas. Tu amiga Eloísa es la reencarnación de la diosa Eloísa, te ha estado cuidando durante todo este tiempo mientras que yo cazaba para las dos y para ti también, aunque como estabas tan mal, apenas comías. Eloísa es tu verdadera salvadora, yo te habré salvado de aquel pueblo, pero aún así, estaba desesperada, en vez de mejorar estabas empeorando, por lo que se me ocurrió ir a buscar a tu amiga. Ella hizo todo el trabajo.
-E-Eso no es cierto, Nieves –le dije, aunque seguía con la mirada puesta en otro lado, evitando que Mirco se diera cuenta de que me gustaba-. Sin ti, no hubiéramos podido comer nada, y ya habríamos sido atacados por los otros lobos.
-A parte de eso… -Mirco, aunque se había recuperado notablemente, seguía teniendo bajones de fuerzas, lo que le impedía hablar muy claro y seguido-, sin ti yo no hubiera salido vivo de allí… y aunque así fuera, me hubiera resultado imposible llegar al poblado a tiempo para alertar a Eloísa…
-Como queráis, yo sé cuál es la verdad, pero podéis decir lo que queráis.

***

Pasaron los días hasta que llegó el de mi cumpleaños. Ese fue, sin duda ninguna, uno de los mejores días de mi vida, les prometí a Nieves, la loba, y a Mirco que nunca olvidaría ese día tan especial, y así lo hice.

***

Ese día, Mirco ya podía hablar perfectamente, y entre él y Nieves me prepararon una gran sorpresa: Nieves se hacía cargo de los preparativos y de toda la sorpresa puesto que Mirco aún no se podía mover fuera de la cueva, mientras que él me mantenía ocupada yendo de aquí para allá llevándole cosas que en verdad no le hacían falta.

***

Por la noche, llegó mi gran sorpresa. Tuve que ayudar a Mirco a salir de la cueva, pero mereció la pena.

***

Como mencioné antes, fue ese día uno de los mejores de toda mi vida. Si os preguntáis porqué, es porque Mirco me dijo lo que sentía por mí personalmente. Al principio, le costó expresarse, pero recuerdo lo que me dijo como si hubiera pasado solo un ratito desde entonces.

***

-Eloísa, verás… tú… ya sabes lo que tal, pero…
-¿Qué pasa, Mirco? –le pregunté, aunque sabía lo que me iba a decir, pero es que me encanta hablar con él, por lo que intentaba prolongar la conversación un poco.
-Bueno, voy a ser directo, me gustas, y mucho, es más, me gustas desde la primera vez que te vi.
-Yo… eh… -yo estaba más nerviosa que él, era la primera vez que decía cosas por el estilo, y no sabía cómo decírselo- empezaste a gustarme desde la primera vez que hablé contigo.
-Si, tú también me gustaste más aún aquella vez.
-Eloísa, ¿Qué te ha parecido la sorpresa?
-Genial, muchas gracias a los dos.
-Dáselas a Nieves, ella fue la que lo hizo todo.
-No, Mirco, sin ti yo no hubiera podido preparar nada de esto.
-Bueno, no importa, gracias a los dos por todo.

***


Pasó un rato hasta que Mirco me dijo mirándome a los ojos:
-Entonces, ¿quieres salir conmigo?
-Si, claro. Un momento, ¿lo dices de verdad?
Él asintió con la cabeza y con una sonrisa iluminada en la cara. Yo, por mi parte, loca por la emoción, le besé. Después, como lo hice sin querer y sin darme cuenta, estuve pidiéndole disculpas, pero él me interrumpía, y terminó diciendo que no tenía importancia, que él mismo pensaba hacerlo, pero que me había adelantado a él.

***

Para cerrar la noche y la gran sorpresa, recibí un gran y romántico beso por parte de la persona que más amaba en el mundo entero a la luz de la luna y de las estrellas.

***

Así fue como empezó todo, aunque la historia continúa.

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Nieves nos contó a Mirco y a mí la historia de la diosa Eloísa. Nos contó que la diosa Eloísa, al principio,  era una patosa, siempre lo convertía todo en un auténtico desastre, al igual que yo, pero que en un gran problema que tuvieron en el pueblo al que fueron a pedir ayuda después de que el suyo fuera destruido, ella y su mejor amigo, estuvo a punto de perder a la única persona que le había hablado en toda su vida, pero gracias a sus cuidados, pudo salvarle la vida a su amigo.

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Le salvó la vida, no por sus cuidados, sino porque era la diosa de la vida, por lo que, pasara lo pasara, era capaz de devolverle la vida a todo aquel que se lo mereciera. Esa historia, si, lo sé, es totalmente idéntica a la mía y a la de Mirco.

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Nieves dijo que yo soy la reencarnación de la diosa Eloísa, ya que le había salvado, con mis poderes, la vida a Mirco.

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Por último, Nieves también dijo que la diosa Eloísa tenía un límite: no podía devolverle la vida a alguien que había sacrificado su vida para protegerla, es el caso de su amigo, él había dado su vida para protegerla, y murió, y  Eloísa no pudo traerle de vuelta al mundo. Eso me impactó mucho: Mirco me había prometido que me protegería si iba con él, por lo que eso significaba que si mi querido Mirco daba su vida por mi, no podría recuperarlo nunca más.

***

Cuando Nieves terminó su relato, entramos en la cueva y antes de dormir, le dije a Mirco mientras estaba sentada:
-Oye, ¿te acuerdas que me prometiste que si iba contigo a buscar ayuda a otro pueblo me protegerías?
-Pues claro. Yo fui quien te hizo esa promesa, y yo nunca olvido mis promesas.
-Ya… ¿te puedo pedir una cosa?
-Si, por supuesto.
-Olvídate de la promesa.
-¿Qué? –respondió Mirco, que hasta ese punto tenía los ojos cerrados, preparado para irse a dormir, y que al decírselo los había abierto.
-Lo que oyes. No quiero que des tu vida por mí intentando salvarme de cualquier cosa si no podré traerte de nuevo a este mundo.

***


Mirco suspiró, se sentó, me pasó un brazo por los hombros y me apoyó en su pecho. Y me dijo, sin dejar de mirarme y poniendo su otro brazo alrededor de mí a modo de abrazo:
-Eloísa, no me importa dar mi vida por ti. Solo me importa que seas feliz.
-Pues para que sea feliz te tienes que olvidar de la promesa que me hiciste.
-No puedo, Eloísa. Ya te dije que yo nunca olvido mis promesas.
-Tranquilos, chicos. Mientras que no os separéis de mi, yo seré la que os proteja.
-Pero Nieves… -le dijo Mirco, dejando de mirarme y mirando a la loba.
-No os preocupéis. Yo no soy una loba cualquiera.
-¿a no? –le pregunté.
-No. Soy la única loba que ha esperado el nacimiento de una pareja que consiga comunicarse con los lobos y los osos. Eloísa, Mirco, esos sois vosotros, por eso os he salvado la vida. Mi deber es protegeros, y pase lo que pase, nunca muero. Mirco, puedes olvidarte de la promesa que le hiciste a Eloísa, yo os protegeré a los dos.
-¿Mirco? –dije, mirándole a la cara. Él suspiró, pero se dignó a decir:
-Siendo así… está bien.

***

Así fue como conseguimos sobrevivir, gracias a Nieves. Sin ella, ni Mirco ni yo hubiéramos conseguido llegar nunca hasta el territorio de los lobos y los osos. Ahí, vimos que estos eran muy buenos, entendíamos a la perfección lo que decían.

***

La primera noche que pasemos allí, recuerdo que Mirco me había dicho que en muchas ocasiones, cuando estaba de caza, había intentado cazar a un oso, pero que nunca lo había logrado y no sabía la razón, ya que siempre, antes de llegar a rozarle, se detenía, y ese oso inclinaba la cabeza en señal de agradecimiento y se iba. Dice que ahora sí que sabe el porqué lo hacía.

***

Yo le creía. Siempre lo he hecho, y no veía el porqué no debía hacerlo en ese momento. Los años pasaron muy rápido allí, ayudando a los lobos y a los osos. De Mirco tuve una hija muy linda, a la que llamamos Luna, y a la que según el padre, se parecía muchísimo a la madre, y un hijo que era tan valiente como los osos, al que llamamos Joel, al cuál, en astucia y mete patas en la caza, salía al padre cuando este era pequeño, y que gracias a Mirco, a Nieves, a los lobos y a los osos no aparecía muerto nunca.

***

Y esta es mi historia, la historia de una chica patosa que se convirtió en madre de dos niños estupendos, mujer de un gran hombre y líder de un clan de lobos y osos y en una de los mejores amigos de Nieves, la loba blanca y cuentacuentos de los niños y crías del poblado.
  
FIN.


 María Isabel Jiménez Pérez

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